3 de diciembre de 2011

INOLVIDABLES: “LA FÁBULA DE LA ALFORJA ROBADA” de Bahiyyih Nakhjavani


… El jefe sentía veneración por la escritura aunque no sabía leer. Había aprendido que la escritura significaba conocimiento y que éste confería el poder.


Alianza vuelve a publicar una novela de la escritora iraní, Bahiyyih Nakhjavani, si la publicación de ‘La mujer que leía demasiado’ fue todo un acontecimiento para muchas lectoras y lectores y para la literatura en sí, esta nueva novela: ‘La fábula de la alforja robada’ seguirá la misma senda de ‘La mujer que leía demasiado’. 

‘La fábula de la alforja robada’ es una maravillosa novela que arropa al lector. Bahiyyih Nakhjavani se arriesga en ‘La fábula de la alforja robada’ con una estructura que solo emprenden los escritores más arriesgados: la de enlazar un capítulo con otro mediante un personaje distinto, cada vez, perteneciente a un capítulo anterior y que tal vez al lector le ha pasado desapercibido. Pero aparte de la estructura arriesgada que Bahiyyih Nakhjavani resuelve con éxito. Bahiyyih Nakhjavani demuestra de nuevo con esta novela su arte para contar historias y ‘La fábula de la alforja robada’ resulta ser una novela esplendida directamente conectada con la poetisa de Qazvin. ‘La fábula de la alforja robada’ es la historia de una alforja que no solo cambia de mano en  mano y modifica el destino y la concepción del mundo de los seres que momentáneamente la poseen si no que también cambia al lector y le aboca a pensar.

‘La fábula de la alforja robada’ es una novela para inteligentes, para seres que les gusta medir la profundidad de la vida con el peso de la palabra con el fin de comprender mejor, donde los ecos del desierto y el placer de leer atrapan al que abre sus páginas sin remedio y por suerte.


«Como el significado de su sueño de juventud, como el mensaje en su bolsa de remedios, el conocimiento necesitaba madurar para poder ser entendido. Tampoco podían descifrarse los enigmas de las tempestades de arena sin antes haber encontrado la clave y afrontado su miedo. Suspiró y le dio una palmada a la mula. Comprendió entonces que la confianza, antes que nada, uno debía ejercitarla consigo mismo. Después de todo, cuando la tempestad se desencadenó, también había tenido que confiar en ella.»

© MARÍA AIXA SANZ