4 de octubre de 2013

‘LAS ARTES SILENCIOSAS’ por María Aixa Sanz.


El súmmum del arte es aquel que es capaz de seducirnos en absoluto silencio. Penetrando en nuestra alma, corazón y cuerpo por el sentido de la vista. Sólo hay dos artes que son capaces de remover nuestros cimientos y cambiar el rumbo de nuestras vidas en silencio.

Las dos disciplinas a las que yo llamo ARTES SILENCIOSAS son: la literatura y la pintura.

Ambas son capaces de calar en lo más hondo de nuestro ser y de transmitirnos un mundo entero sin que nadie alce la voz, pronuncie una palabra, realice un gesto.

¡Qué decir de la literatura que palabra tras palabra crea en nuestra imaginación un mundo, una historia, otra vida, con la sola compañía del silencio! No se puede encontrar en el mundo mayor serenidad que la que posee alguien que está inmerso en las páginas de un libro, a disposición de unas palabras escritas una tras otra creando una historia. Ese ser, ese lector, ha sido por el libro arrebatado de la realidad, abstraído del mundo, consiguiendo estar en otra parte mediante el poder de la literatura y el sentido de la vista que despliega sobre él un manto que lo cubre y le transmite sentimientos y le otorga experiencias nuevas o viejas pero siempre inesperadas.

Igual sucede con el otro ARTE SILENCIOSO: la pintura. Cuando como perdidos nos hallamos plantados de repente delante de un cuadro que nos ha llamado por el nombre de pila y obedientes, de pie, en absoluto silencio, en soledad, paladeamos el placer que nos proporciona, recogidos y concentrados en él.

En la realidad de cada uno hay todo un camino que su biblioteca privada podría revelar sobre su vida si alguien quisiera indagar. Conocería cuales han sido sus gustos a lo largo de su vida, las lecturas queridas, las olvidadas, las subrayadas. Sabría de esa persona a través de los libros que se han ido acumulando en las baldas de su biblioteca. «Una de las mejores formas de recrear el pensamiento de un hombre: es reconstruir su biblioteca», dijo Marguerite Yourcernar. Lo mismo ocurriría si se decidiese seguir el caminar de alguien por los distintos museos del mundo, descubriría los sentimientos inolvidables que guarda en los pliegues de su piel como tesoros. Entendería que para ese alguien hay cuadros en que son algo más que ternura, son algo parecido a la comprensión total, o a una fusión completa que hace que con los ojos esa persona entre dentro del universo del cuadro formando parte de él, advirtiendo cada detalle, enmudeciendo ante tanta espectacularidad.

¿Cuántos sentimientos son capaces de evocarnos los libros y los cuadros?

¿Cuánto esplendor hay en una historia escrita y en una pintura?

¿Cuánto silencio los acompaña?

¿Cuánta soledad poseen y en cambio no nos sentimos solos ante ellos?

Y lo tremendo. Lo más tremendo es que no hay vida suficiente para leer todos los libros y para admirar todas las pinturas.

No hay vida suficiente.
No hay tiempo.
No hay espacio.

Pero el consuelo es que con cada día se abre la posibilidad de entrar en un museo o contemplar nuestra biblioteca privada, ambos existen para que en silencio los visitemos cada vez que nuestro ser quiera sentir. Entonces sólo tendremos que ir a la balda y coger el libro y abrirlo o cruzar el umbral de un museo y contemplar un cuadro tras otro, y notar como nuestro cuerpo siente.



© MARÍA AIXA SANZ

Escrito en noviembre de 2007.