31 de octubre de 2013

'BIBLIOTECAS PRIVADAS: INSTINTO DE POSESIÓN' por María Aixa Sanz.


Enfrentarse a querer escribir sobre las bibliotecas privadas es tener que enfrentarse a un brutal  instinto de posesión o dominio que abarca todos los ámbitos: desde un territorio  personal para uso y disfrute, a una hacienda de pertenencias intocables por  terceros. En todos ellos es donde campa a su aire el amante de los libros, el cual es capaz de todo por éstos. Se dice que cada biblioteca privada es la  autobiografía de su dueño.

Nuestra biblioteca privada se convierte en un espacio que es capaz de contar toda nuestra vida. Nuestro pasado está encerrado en cada uno de los libros que hemos leído y que no, guardados en  los estantes de nuestra biblioteca particular. Sabe el amante de los libros que cuando uno se acerca a la biblioteca y coge al azar un libro, rápidamente, visualiza el momento en que lo leyó, hasta incluso recupera las sensaciones y el estado de ánimo que tuvo entonces, en aquella época.

Alguien, al observar la biblioteca  de otro, se puede hacer a la idea de qué tipo de persona es, con quién está  tratando. ¿Quién, amante de los libros, al entrar en una vivienda no ha buscado  libros por algún lugar y al no encontrarlos ha sentido lástima por su dueño? ¿Y a quién, amante de los libros, no le ha ocurrido que al entrar en una casa y  encontrarse con una gran biblioteca le ha despertado ese instinto tan bajo que  es  la envidia?

Uno crea su propia biblioteca en edad temprana cuando comprende que quiere poseer las lecturas, que necesita  estar cerca de sus libros, lo cual le da una tranquilidad enorme. Es en ese instante cuando nace el instinto de posesión, -extremo y ansioso-, en que se convierte fundar e ir ampliando una biblioteca propia.

Al final uno es lo que  lee.

Leer un libro es establecer una relación con él, tal vez por eso, sea tan difícil cortar la relación, romper el vínculo y no verlo más. Es más sereno saber que lo tenemos al lado y a mano. Para entablar de nuevo y cuando uno quiera una conversación muda con él, en la que intervienen todos los sentidos.

No hay ninguna felicidad mayor  para los amantes de los libros que abrir una caja llena de ellos; (“…su cara  refleja la misma ilusión de cuando está a punto de abrir una caja de libros que  todavía no ha acariciado. La misma ilusión, el mismo entusiasmo, la misma  felicidad…”.) Acariciarlos, recorrerlos con la vista, observar la  ilustración de la portada, contemplar el tipo de letra, leer las primeras líneas  de la primera página y colocarlos en la balda adecuada de nuestra biblioteca  privada.

Se sabe de siempre, es conocido por todos los amantes de los libros, que cuando se presta un libro nunca lo volvemos a ver. Nunca se nos es devuelto. Y lo que es peor, es que el título y  el color de libro toda la vida lo recordamos con claridad, no desaparece de la mente, así como recordamos a quien lo prestamos, cuando fue la última vez que  estuvo en nuestras manos y cuando lo leímos. Por ello todos los amantes de los  libros son reacios al préstamo.

Además nuestros libros tienen  huellas que no son otras que las que nosotros dejamos: una frase subrayada; una  anotación en el margen; una mancha de carmín; una página con la punta doblada…; y también somos capaces de añadirles una huella más. Una de notable e intemporal: un ex libris. Con nuestros apellidos, por ejemplo, para que en el año 2.365 todos sepan que una vez nos perteneció. Otro capricho del amante de  libros es querer adquirir todos los formatos en que aparece un título: en cartoné, en rústica, con ilustraciones, de bolsillo…, o querer tener un ejemplar firmado, o una edición príncipe.

Nuestro tesoro es nuestra  biblioteca y dormimos tranquilos si sabemos que cada libro está en su sitio, en su lugar, en su anaquel. Poseer libros es como poseer infinidad de mundos, infinidad de historias, infinidad de vidas que se volvieron reales en el momento en que fueron leídas por nosotros y desde entonces forman parte de la nuestra  persona. 

Sin duda el único o el verdadero motivo por el cual atesoramos libros, es muy sencillo de comprender, puesto que con el sólo se pretende una cosa y es que no nos sea robada parte de  nuestra vida, para que si olvidamos, ellos estén con nosotros para recordarnos olores, emociones, sensaciones… ¿Quién es capaz conscientemente de desprenderse de parte de su  vida? La vida tiene que ser arrebatada en un sólo momento por otro que no sea  uno mismo. Nosotros no podemos desprendernos de nuestros libros que son órganos vitales y adicionales a los de nuestro cuerpo.

Ser amante de los libros aboca a  tener una biblioteca privada por la que uno vive, siente, padece y es capaz de  realizar extrañas cosas, cómo la de reconocerse en este mismo texto.

Quien se considere amante de los  libros y esté libre de culpa que tire la primera piedra.


©María Aixa Sanz
Artículo escrito en marzo de 2006.


*ex libris: (Voz lat.) m.  Etiqueta o sello grabado que se estampa en el reverso de la tapa de los libros,  en la cual consta el nombre del dueño o el de la biblioteca a la que el libro en  cuestión pertenece: ha encargado un ex libris con su rúbrica. u No varía en  pl.