Lunes, 29 de agosto de 2011.
Querido Hodgson:
Cuando la pasada primavera nos encontramos por casualidad en París, esa ciudad que nunca me cansa, de la que siempre me traigo algo a casa, te dije que yo recuerdo los años por sus veranos: para hacer pie y detenerme en un año, debo recordar el verano de ese año, entonces sé lo feliz o infeliz que fui, a quién conocí, cuánto disfrute y qué hice o deje de hacer. No olvido ningún verano de mi vida. Ni lo más duros ni, por supuesto, lo más hermosos. Entonces, Hodgson, recuerdo que me dijiste que cuando tocase a su fin el de este año, te enviase una carta y un collage con todo lo que el verano me había regalado. Yo te dije que nunca había hecho un collage, si acaso, cuando era niña y quizás no sabía ni cómo se llamaba esa técnica de ir pegando una cosa sobre otra o esa forma de pasar el rato. Tú me dijiste que siempre hay una primera vez. Que lo intentase. Y aquí puedes ver, no sé si con más o menos acierto, un collage que retrata mi verano. Este, el de 2011, distinto al de 2010 y completamente diferente al 2012. Pues los veranos son únicos y nunca se repiten. Esa es su grandiosidad, aparte por supuesto, de servir de criba, y dejar fuera de nuestra vida aquellas cosas, personas y actitudes que ya no nos sirven o que la vida con más o menos acierto aparta de nosotros sin ni siquiera preguntar. Hodgson me dijiste: «María, envíame el collage y explícame en una carta el porqué de su composición.»
Y bien, en él, parto de París ya que fue el lugar origen de este collage y el pretexto para seguir adelante y coloco varias cosas que he comprado en estos meses de verano en esos mercadillos en los que te sumerges y gracias a sus recovecos encuentras cosas de lo más inverosímiles, absurdas, baratas, locas e improcedentes. He pasado varios días fisgoneado entre antigüedades y objetos, libros, mapas, fotografías, postales, incluso alguna que otra radiografía. Trastos, pertenencias, que alguna vez fueron de alguien y quizás un descendiente las vendió al peso. No soy mucho de comprar pero hay objetos que te llaman tanto la atención que una no puede resistirse, así pues compré por ser bonitos dos mapamundi antiguos, falsos y baratos por dos euros cada uno; compré yo que no tengo nada de coleccionista, salvo coleccionar latas en buen estado que se pueden volver a reutilizar y que sirven para meter azúcar, café, tabaco, viejas fotografías, bisutería y un largo etcétera de materias primas, una antigua lata de Biscotti Lazzaroni, es decir, una antigua lata de galletas italianas a un precio considerable. Un pequeño lujo. Y entre otras cosas menos destacables, compré porque estaba allí atormentado por la humedad, con las hojas mohosas y dobladas, como si hubiese pasado toda una vida bajo una gotera un ejemplar de 'La historia de mi máquina de escribir' con ilustraciones de Sam Messer y que se vendía por medio euro. Me llamó mucho la atención lo de medio euro y no cincuenta céntimos. ¿Cómo podía dejar allí por medio euro un pedazo de la vida de Paul Auster? ¡Imposible! En el collage también he metido la historia de mis días de verano y en lo que ocupo la mayor parte de mi tiempo: navegar con viento a favor e incluso con viento en contra; el melón, sustento, azúcar sabroso para después de un día de mar; la portada de mi última novela 'El olor del silencio', de la cual todas las noticias que me llegan son magníficas, la cual me ha dejado el sabor de la satisfacción del trabajo bien hecho y por la cual deseo dar personalmente, si fuese posible, a cada lector las gracias por haber escogido esa novela y no otra entre tantas. Ello me da tanta felicidad que 'El olor del silencio' se ha convertido en uno de los principales motivos por lo que el verano de 2011 ha sido uno de los más hermosos y felices de mi existencia. Hodgson también puedes ver en el collage que hay un Moleskine, uno de esos que siempre llevo en mi bolso de viaje o de mano, uno de esos que siempre va donde yo voy, que me acompaña a todas partes, en el que de manera febril escribo párrafos de mi nueva novela y también está la portada de 'Una casa en alquiler' de Charles Dickens publicada por Alba Editorial de manera exquisita, que ha sido entre muchas, mi lectura del verano, la más feliz, la más completa, la más entusiasta y que sé que será un buen libro para quien quiera abrigarse en el otoño. Y como fin para cerrar el círculo, el collage, encontré en el bolsillo interior de mi Moleskine una postal con una divertida ilustración de mi amigo Quint Buchholz de un faro, esta vez, un faro con ruedas, portátil. Me fascinan los faros, porque allí donde hay uno, Hodgson, está la mar, y con ella, más cerca si cabe el tiempo de la felicidad y a su sombra, a la sombra del faro no te extrañe ver Hodgson una mujer feliz e incluso enamorada. No sé si del faro, del farero o de la vida, pero enamorada y feliz. No te extrañe Hodgson encontrarla, pues esas mujeres de existir existen.
Y bien, en él, parto de París ya que fue el lugar origen de este collage y el pretexto para seguir adelante y coloco varias cosas que he comprado en estos meses de verano en esos mercadillos en los que te sumerges y gracias a sus recovecos encuentras cosas de lo más inverosímiles, absurdas, baratas, locas e improcedentes. He pasado varios días fisgoneado entre antigüedades y objetos, libros, mapas, fotografías, postales, incluso alguna que otra radiografía. Trastos, pertenencias, que alguna vez fueron de alguien y quizás un descendiente las vendió al peso. No soy mucho de comprar pero hay objetos que te llaman tanto la atención que una no puede resistirse, así pues compré por ser bonitos dos mapamundi antiguos, falsos y baratos por dos euros cada uno; compré yo que no tengo nada de coleccionista, salvo coleccionar latas en buen estado que se pueden volver a reutilizar y que sirven para meter azúcar, café, tabaco, viejas fotografías, bisutería y un largo etcétera de materias primas, una antigua lata de Biscotti Lazzaroni, es decir, una antigua lata de galletas italianas a un precio considerable. Un pequeño lujo. Y entre otras cosas menos destacables, compré porque estaba allí atormentado por la humedad, con las hojas mohosas y dobladas, como si hubiese pasado toda una vida bajo una gotera un ejemplar de 'La historia de mi máquina de escribir' con ilustraciones de Sam Messer y que se vendía por medio euro. Me llamó mucho la atención lo de medio euro y no cincuenta céntimos. ¿Cómo podía dejar allí por medio euro un pedazo de la vida de Paul Auster? ¡Imposible! En el collage también he metido la historia de mis días de verano y en lo que ocupo la mayor parte de mi tiempo: navegar con viento a favor e incluso con viento en contra; el melón, sustento, azúcar sabroso para después de un día de mar; la portada de mi última novela 'El olor del silencio', de la cual todas las noticias que me llegan son magníficas, la cual me ha dejado el sabor de la satisfacción del trabajo bien hecho y por la cual deseo dar personalmente, si fuese posible, a cada lector las gracias por haber escogido esa novela y no otra entre tantas. Ello me da tanta felicidad que 'El olor del silencio' se ha convertido en uno de los principales motivos por lo que el verano de 2011 ha sido uno de los más hermosos y felices de mi existencia. Hodgson también puedes ver en el collage que hay un Moleskine, uno de esos que siempre llevo en mi bolso de viaje o de mano, uno de esos que siempre va donde yo voy, que me acompaña a todas partes, en el que de manera febril escribo párrafos de mi nueva novela y también está la portada de 'Una casa en alquiler' de Charles Dickens publicada por Alba Editorial de manera exquisita, que ha sido entre muchas, mi lectura del verano, la más feliz, la más completa, la más entusiasta y que sé que será un buen libro para quien quiera abrigarse en el otoño. Y como fin para cerrar el círculo, el collage, encontré en el bolsillo interior de mi Moleskine una postal con una divertida ilustración de mi amigo Quint Buchholz de un faro, esta vez, un faro con ruedas, portátil. Me fascinan los faros, porque allí donde hay uno, Hodgson, está la mar, y con ella, más cerca si cabe el tiempo de la felicidad y a su sombra, a la sombra del faro no te extrañe ver Hodgson una mujer feliz e incluso enamorada. No sé si del faro, del farero o de la vida, pero enamorada y feliz. No te extrañe Hodgson encontrarla, pues esas mujeres de existir existen.
Como ves mi querido Hodson mi vida intensa de por sí me ha regalado un verano feliz que yo he intentado resumir en un collage como me propusiste a orillas del Sena. Ojalá el tuyo, tu verano, también lo haya sido y te haya inundado la vida de momentos placenteros y bellos.
Te escribo más adelante.
Recibe un fuerte abrazo. María.
Esta carta forma parte del PEQUEÑO EPISTOLARIO DE DEBILIDADES. Que nos da la oportunidad de conocer a la autora de otra forma. María Aixa Sanz le da al género epistolar un toque de elegancia e ironía que dinamiza en el siglo XXI el género epistolar tan poco utilizado en estos tiempos como medio para comunicarse. María Aixa Sanz convierte las cartas personales en literatura.