«… Allí era a donde la gente iba al morir. Una vez que el alma se
separaba del cuerpo, lo enterraban a uno y su alma se largaba al otro mundo.
Willy había insistido sobre eso durante las últimas semanas, y en la mente del
perro ya no cabía duda de que el otro mundo era un sitio que existía de verdad.
Se llamaba Tombuctú, y por lo que Míster Bones podía colegir, se encontraba en
medio del algún desierto, lejos de Nueva
York y de Baltimore, lejos de Polonia y de cualquier otra ciudad que hubiesen
visitado a lo largo de sus viajes. En un momento dado, Willy lo describió como
un «oasis de espíritus». En otro momento dijo:
—Donde
termina el mapa del mundo, es donde empieza Tombuctú.
Por lo visto, para llegar allí había que atravesar a pie un inmenso
reino de arena y calor, un territorio de eterna nada. Míster Bones tenía la
impresión de qué sería un viaje penoso y difícil, pero Willy le aseguró que no
era así, que no se tardaba más que un abrir y cerrar de ojos en hacer todo el
trayecto. Y cuando se llegaba, decía, una vez que se cruzaban las fronteras de
aquel refugio, ya no había que preocuparse de comer, ni de dormir por la noche
ni de vaciar la vejiga. Se estaba en armonía con el universo, se era una
partícula de antimateria alojada en el cerebro de Dios. »
Publicada por Anagrama en 1999, ‘Tombuctú’ de Paul Auster sigue emocionando a todos aquellos lectores enamorados
de los perros. Paul Auster narra en ‘Tombuctú’ los avatares de Míster Bones, un perro callejero, que
cuando muere su amo debe aprender a vivir sin la protección de éste. Con él,
con Míster Bones, callejearemos,
buscaremos comida, un lugar para dormir, compañía, una caricia y un poquito de
amor. ‘Tombuctú’ es una entrañable
novela; donde Paul Auster mira de
nuevo de frente a la muerte, y desenmascara esos lazos de amor que nos atan a
la vida. ‘Tombuctú’ es una de esas
novelas que puede releerse sin que el lector corra ningún peligro, como también
es una espléndida primera lectura para todos aquellos para quienes los perros
son algo más que animales. El profundo amor que Míster Bones nos ofrece no es para nada despreciable y la idea o el
ardid que Paul Auster creó con
Tombuctú, es cuando menos reconfortante. Un placer.
© MARÍA AIXA SANZ