Decir ante todo que descubrir a Anne Tyler y leer su obra es una de las
mejores cosas que me han pasado en la vida, y no hablo exclusivamente de mi
vida como lectora sino de mi vida en general. Anne Tyler además de ser una de las más grandes contadoras de
historias, es una novelista amable y reconfortante. Justamente es eso lo que
siente el lector al acabar cada una de sus novelas: confort. Un confort
cómplice que otorga serenidad. Sus personajes y ella se cuelan amablemente en
la vida del lector y al cerrar el libro no sentimos ese punto y final
desangelado entre libro escritor y lector que hace que la historia se olvide
cuando se deposita de nuevo el ejemplar en la balda de la biblioteca o librería.
No; con Anne Tyler ocurre
exactamente lo contrario, el libro forma parte de nosotros porque la conexión
entre las historias, los personajes de Anne
Tyler y el lector es total, definitiva y para siempre. Jamás voy a olvidar
ni a uno solo de los personajes de Anne
Tyler —y lo cierto es que son muchos—, ni tampoco olvidaré los lugares
comunes de Anne Tyler, en los que se
sustenta su obra: los ejemplares del National Geographic; el amor por la
cocina o por el contrario la total desafección por la comida; la destartalada
forma de vestir de los personajes; la excepcionalidad de cada familia y sus
extravagancias; y sobre todas las cosas la distancia y aislamiento voluntario
que marcan los personajes de Anne Tyler
con el resto del mundo, una independencia, un silencio, una austeridad y una
soledad buscadas por deseo propio.
‘La brújula de Noé’ (Debolsillo) es la quinta novela que reseño de Anne Tyler, y con ella cierro de
momento la etapa de reseñas sobre la obra de esta autora. ‘La brújula de Noé’ me ha regalado la posibilidad de hacerlo a lo
grande. Reseñar ‘La brújula de Noé’
es acabar en alto un propósito, y ello comporta la mayor de las satisfacciones.
‘La brújula de Noé’ comparte con las otras novelas de Anne Tyler los mencionados lugares
comunes, pero además cuenta con Liam
un sexagenario que resulta enternecedor. Liam
a sus sesenta años y con la jubilación bajo el brazo va al encuentro de la
austeridad, del silencio, del placer de poder leer sentado en su butaca
preferida durante toda una tarde, y en el camino que emprende para obtener lo
que más desea tropieza con algo con lo que ya no contaba: el amor, el
enamoramiento. Una situación que le hace
debatirse entre la posibilidad e ilusión del romance y la coherencia que desde
niño ha aplicado a su vida, olvidando que no todo es blanco o negro sino que
hay muchos tonos de grises y Anne Tyler
nos los muestra y se los muestra a Liam,
haciéndole mantener una lucha interna consigo mismo, al mismo tiempo
que le hace recuperar la memoria del pasado y de otros amores que están
ligados a él de por vida.
Liam y Anne Tyler
convierten a la par a ‘La brújula de
Noé’ en una deliciosa y tierna novela que invita a la reflexión. Por ello
permítanme terminar la reseña con unas frases del padre de Liam, a modo de consejo, deseo o inspiración para nuestras propias
vidas:
«—Mira, no sé si estoy de acuerdo con eso hijo. Cuando tienes mi edad, empiezas a darte cuenta de que lo mejor que puedes hacer en esta vida es disfrutar de la felicidad que encuentras por el camino.»
© MARÍA AIXA SANZ